Desentrañando misterios. O el porqué de las tetas, las hormonas y el piel con piel. (II)

Tuberculos de Morgagni y glándulas de Montgomery.
Los tuberculos de Morgagni son esos bultos redonditos que salen alrededor del pezon, en la areola. Son la salida de los conductos de las glandulas de Montgomery, que son unas glandulas encargadas de lubricar el pecho y protegerlo frente a infecciones.

Según esto no es necesario limpiar el pezon con jabón ni aplicar cremas, ya que se quita la proteccion natural del mismo.

La prolactina, la oxitocina y la lactancia. Que vivan las hormonas.
El estimulo nervioso del pezón genera una reacción neuroendocrína que libera dos hormonas, la oxitocina y la prolactina.
La prolactina activa la formación de leche y la oxitocina comprime los alveolos de la glandula mamaria y hace que la leche salga.

Los niveles de prolactina están muy elevados en las ultimas semanas del embarazo, pero no se libera leche debido al efecto inhibidor de la progesterona y los estrogenos.
Una vez pasado el parto se expulsa la placenta y la progesterona y estrogenos bajan, con lo cual la prolactina inicia la producción de leche.

El piel con piel, las endorfinas y el bebe después del parto.
Y ete aqui el quid de la cuestión. Tanto oir hablar de la importancia de que te coloquen al bebe encima nada mas nacer, y ahora me entero del motivo.
Durante la primera hora después del parto, que el bebe esté encima de la madre, piel con piel, genera en la madre la liberación de endorfinas, que permiten identificar al bebe, crear lazos afectivos y liberar prolactina

Y más cosas sobre la prolactina después del parto.
Pero que interesante.
La prolactina, además de iniciar la produccion de leche, también provoca otras cosas la mar de interesantes. ¿Por muy evolucionados que estemos, seguimos siendo animales, eh?
Gracias a la prolactina, la recien mamá tiene una disponibilidad máxima frente a las necesidades del bebé, aumenta la capacidad de vigilancia, y se tiende a no experimentar fases de sueño profundo. Es decir, ayuda a atender al hijo sin esfuerzo, aunque nuestras ojeras digan otra cosa.