Bueeeeeeeeeno! Ayer, después de algo más de un mes sin salir a comer o cenar fuera, nos animamos a ir a comer a un restaurante aprovechando que hacía un día espléndido, que era domingo y que estabamos solos, es decir, sin planes en casa de unos u otros abuelos, que es lo único que hacemos ahora.
¡Cómo han cambiado las cosas! De poder salir cuando nos diera la gana, a la hora que quisieramos y a donde nos gustara más, a pensar en si podemos ir, a que sitio podemos, y a la hora que podemos.
De momento, y dado que vamos con un bebé lactante, estamos muy condicionados, pero bueno, la experiencia no se nos dio nada mal, más que nada porque el niño es un bombón, y nos dejo comer tranquilamente. También le ayudamos nosotros, que fuimos a comer fuera con el niño ya comido, con lo cual, por hambre no lloraría.
Cómo nos ha cambiado la vida.
Ahora ya no haces lo que quieres, sino lo que puedes, y así seguira durante una temporada larga, a menos que algún dia el niño quede con los abuelos.
Ahora ya no vas con lo puesto, sino con el niño, el carro, y un bolso enorme con toda la cacharrería.
Ahora ya no comes a la hora que te da la gana, sino a una hora que te vaya más o menos bien con el niño, y teniendo en cuenta que puede pasar de todo, y lo mismo no puedes ni comer.
Ahora los restaurantes en los que no cabe el carro del niño al lado de la mesa están vetados, igual que los bares de tapas.
Ahora, un restaurante con cambiador en buen estado tiene puntos positivos para ser elegido.
Ahora ya no sales a cenar, sino a comer. Al menos hasta que la rutina baño, teta, cuna esté más o menos organizada, y estes segura de que salir a cenar no va a ser un desastre para ti y para el peque.
Ahora entiendes a los padres domingueros que salen a comer con sus niños, y estás más cerca de ellos, a los que hace un mes mirabas raro, o ni mirabas, que de esa otra especie que sale a partir de las 6, con lo puesto, y las manos libres.
Ahora agradezco, y mucho, la ley antitabaco, porque si tengo que ir a un restaurante en el que haya una mesa llena de fumadores al lado del bebé, me entra de todo, y eso que yo soy exfumadora forzosa (lo dejé cuando vi el positivo del test de embarazo), y que no descarto fumarme un cigarro en la boda de mi prima (si se puede, claro). Pero eso de llegar a casa y que hasta el sujetador me huela a tabaco, me da un asco horrible. Bueno, siempre me lo dio, cuando yo era fumeta también.
Ahora agradezco, y mucho, la ley antitabaco, porque si tengo que ir a un restaurante en el que haya una mesa llena de fumadores al lado del bebé, me entra de todo, y eso que yo soy exfumadora forzosa (lo dejé cuando vi el positivo del test de embarazo), y que no descarto fumarme un cigarro en la boda de mi prima (si se puede, claro). Pero eso de llegar a casa y que hasta el sujetador me huela a tabaco, me da un asco horrible. Bueno, siempre me lo dio, cuando yo era fumeta también.
Pero todo se hace con gusto. Ya me lo dijo una amiga. Lo de tener un hijo, es como lo de tu perro, pero multiplicado por 1000. Si te levantas por la noche a cuidar de tu perro enfermo, imaginate lo que harás por tu hijo. Y cuanta razón tenía.
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