Digamos que vivo en una zona "bien". Vista mar donde apartamentos turísticos se combinan con chalets unifamiliares de precios desorbitados. También hay pisos y apartamentos residenciales modestos, de curritos de la zona, pero en general es una zona bien, donde suele verse a gente bien en coches bien y cosas normalmente bonitas.
No se ven indignados, ni indigentes, ni ocupas, ni chorizos, ni drogatas, ni marginados.
Bueno, miento. Ocupas si que hay, pero hasta estos son discretos y apañados como el resto de la zona.
Desde este verano, alguien ha ocupado un garaje más una zona techada anexa en una casita derruida. Nunca he visto a quien, o quienes vivan ahí, pero son pulcros, ya que barren y limpian con regularidad.
Además, o con ellos vive un niño pequeño, o este va de visita, ya que han adornado las puertas del garaje con un poster enorme de un perrito, y se ven varios muñecos colgados.
Me soprende que delaten su "ocupación" con esas cosas, con lo que se me ocurren varias cosas. Una es que se la trae al viento que alguien pueda enterarse de que están ahi, o bien que tienen un crio pequeño y quieren hacer ese garaje un poco más hogareño, o bien el crio no vive ahí pero va de visita y quieren hacerle más agradable su llegada.
Desde hace unos días han decorado la verja de entrada al garaje con una cintita de espumillón.
Cuando paso por la tardes, por las rendijas de la ajada puerta de madera del garaje, asoma el resplandor ténue de una lucecita. Me imagino yo a esas personas echando la tarde en el salón de su casa, alumbrados por una triste bombilla que cuelga de un cable pelado. Y se me antoja triste. Triste como el cuento de navidad de la vendedora de fósforos. Supongo que su historia nada tendrá que ver con la del cuento. Pero la lucecita que se asoma por las rendijas de la puerta me lo ha recordado. Será que estamos en Navidad.
No se que historia estará detrás de ese trozo de espumillón pero me inspira pena y ternura a partes iguales. Pena por la supongo triste historia de quien se vea obligado a vivir en un garaje reconvertido a casita, pero a fin de cuentas garaje. Ternura, porque hay que tenerla, para decorar con posters de cachorritos, colgar muñequitos de una viga, y tenerlo limpio como una patena. Porque quizás haya un pequeño por ahi en medio.
En pleno empacho de atracones navideños, cenas, regalos, turrones, grasas y calorias hipócritas, me he acordado de el/ella/ellos. Estaba en el súper y me he acordado de "los del espumillón". Y les he comprado una caja de regleritos que les he dejado dentro de una bolsa de súper detrás de la verja del garaje.
A lo mejor a quien esté ahí se la trae al pedo que una gilipollas como yo le lleve una caja de regleritos. A lo mejor no ven la caja y se queda ahí y se moja y se echa a perder. A lo mejor tienen una bandeja llena de turrones de chocolate para celebrar la navidad y yo me he hecho una paja mental como un piano.
Pero no lo creo. No creo que nadie que viva en un garaje esté surtido ni de felicidad ni de turrones navideños. Así que les he hecho mi mini-regalo de navidad, esperando con ello haberles hecho un poquito más felices estos días. Espero haberles dejado un poco de alegria en esa caja de nevaditos.
A lo mejor el espíritu de la Navidad todavía existe y hoy me ha venido a visitar a mi.
Regleritos para los del espumillón.