miércoles, 1 de diciembre de 2010

Primera clase de expulsivo, aprendiendo a em-pujar.

Ayer comencé el expulsivo.

Después de casi 8 semanas mirando como lo hacian las demás, al principio mirando con horror y después con la medio naturalidad de aquella a quien ya se le han acostumbrado los ojos, ayer me tocó a mi ponerme en el grupo de las que durante el último cuarto de hora de clase, aprenden a empujar.

Y sientes una especie de sensación rara. Como cuando estás en la cola del super, pero mil veces mejor. O peor. Sabes que tarde o temprano te toca. Te pasas unas 8 semanas viendo colocarse a las "pujadoras" juntas en una misma pared de la clase, recibiendo instrucciones de la matrona de como empujar, mientras las demás nos repartiamos las colchonetas por el resto de la sala y mirabamos con cara de susto. Unas 8 semanas viendo que cada semana cae alguna, o varias, que ya no vuelven a venir. Cada semana comentando sobre las embarazadas que han faltado a clase. ¿Habrán parido ya? Algunas han venido después a mostrar a sus bebés, y a contar que el parto fué bien para animar a las que quedan.

Y pensando que por eso, también vas a pasar tu. Y te toca.

¿Quienes pujan hoy? Y levantas la mano. Primer día. Si. Soy novata.

Y te tumbas en la colchoneta, haces los ejercicios de rigor junto con todas las demás, y cuando llega la hora te colocas con el culo en pompa. Posicion ginecológica, creo que se llama. Ortopédica donde las haya. Y te consuelas pensando en lo que dice la matrona. Que las camas de parto se mueven y puedes levantar el respaldo para no empujar tumbada.

Y con tanta gimnasia hecha, y tanto pilates, la matrona empieza a mandar hacer pujos y ahi te pones tu, pensando que estas en forma y te las vas a merendar a todas.

Y resulta que mientras empujas, en esa posición tan poco decorosa, miras entre las piernas y descubres al resto de aspirantas que te miran, y te entran las vergüenzas.

Y piensas que no has comido col ni alubias por miedo a que te de gases y se te escape un cuesco en medio de la clase, y te entran más vergüenzas.

Y sientes como la cara se te va poniendo como un tomate, y encima viene la matrona y te toca la barriga para ver si está fuerte, y tu con la vena de la frente a punto de explotar te la miras y te entran más vergüenzas todavía.

Y cuando la matrona canta el fin del pujo te cagas en todo lo que se menea, sueltas el aire cual burra a punto de descoyuntarse, y encima van y te sueltan que lo has hecho mal, que menos fuerza con la cara y mas con la barriga. Pero que no te preocupes, que quedan muchas clases para practicar. Yuju!!

Y te vas a casa preocupadísima, con un lechón que pesará más de 3,5 kilos en la barriga, pensando en que no vas a empujar bien. Y te consuelas con el pariento, y le dices que la matrona ha dicho que cuanto más te abras de piernas más espacio tendrá el niño para pasar, y el pariento te dice que entonces no pasa nada, porque a ti te pondrán los reposapies a la altura de las orejas.

Y en el sofá haces un pujo de prueba con una postura similar a la que se supone adoptarás en la cama de parto con el respaldo medio subido y descubres que así no te pones roja y que se lo vas a decir a la matrona ipso facto, y además te acuerdas de aquella que en clase empujaba fatal y en el parto lo hizo super bien, y piensas que en la próxima clase te quitarás las gafas para no ver entre tus piernas a las aspirantes a pujadoras mirando con cara de susto, y que pasarás de todo, y apretarás hasta con las pestañas, te saldrá mejor, y te irás a casa más contenta que unas pascuas.

Ya lo dice mi abuela. La que no se consuela, es porque no quiere.

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