martes, 13 de julio de 2010

¡¡Pero que bien huelo!!

Eso a ratos, claro. Pero cuando la rinitis del embarazo me da tregua, entre haber dejado de fumar, y lo finolis que se me ha vuelto la napia, tengo un olfato que ni el mejor perfumista frances.

Esto tiene sus ventajas, como por ejemplo ahora, que cenando en la terraza me ha llegado el aroma de la tortilla de los vecinos (que olía de muerte), o el olorcillo de la cena de los de abajo, que también olía que alimentaba, aunque no he conseguido averiguar de que se trataba. Entre los olores ricos, y lo que me gusta comer, jodida la hemos.
Con lo cual, después de todo esto, no se si es una ventaja o una desgracia.

Lo que si es un inconveniente, es cuando vas andando por la calle y solo hueles los pises de perros, las cacas de perros (a cual peor), (me va a entrar complejo de sabueso), las meadas humanas (mucho peores), o lo más horrendo de todo, los olores corporales varios que se mezclan en un autobús atestado de gente en pleno mes de julio.
Repugnante.
Ayer en el mismo bus me tenia que flitar perfume en la nariz para resistir el olor a jauria "humana", con lo cual, en ese caso, hubiera preferido tener a mi amiga rinitis en su máximo apogeo.

Como siempre dicen, dios da mocos a quien no tiene pañuelos.

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